Málaga,
la ciudad en la que viví 4 años, y en donde hice amigos que, a pesar de que
hace cinco años que me mudé a Alhaurín el Grande, mi pueblo natal, aún los conservo,
y la semana pasada, por ejemplo, fue la última vez que estuve con ellos.
Del
tiempo en el que viví allí tengo recuerdos de momentos inolvidables con mis amigos, como el pasar las
tardes en el centro, donde reíamos sin parar y hacíamos alguna que otra
travesura. O cuando íbamos al cine de “la
Rosaleda”, que más que a ver películas, íbamos a reírnos en las salas.
También
añoro los veranos en los que “con tó la
fuerza la caló” (frase célebre de mi madre), a las cuatro de la tarde nos íbamos
a “La Malagueta”, pasando por la “Plaza de la Merced”, atravesando el túnel
de “La Alcazaba”, para después llegar
al “Parque de la Alameda” en donde echábamos
un “rengue” y bebíamos agua en alguno
de los parques. Y por fin llegábamos a nuestro destino, la playa, donde
corríamos rápidamente hacia el agua para darnos el primer chapuzón de la tarde.
También
recuerdo esas tardes en las que salíamos por el “Barrio del Molinillo”, nuestro barrio, o íbamos a nuestro colegio “San Juan de Dios, La Goleta”, en donde pasábamos
las horas de catequesis con nuestra profesora Elvira, y siempre al terminar corríamos
al patio para echar un partidillo de futbol.
Echo de
menos a mi vecina Emi, que aunque cuatro años mayor que yo, siempre estaba ayudándome
con los deberes, veíamos pelis y jugábamos a los “Warhammer” (Game Workshop).
Estos
son solo algunos de los muchos buenos recuerdos que pasé en la ciudad de
Málaga, aunque si tengo que decir una cosa en contra, nunca llegue a soportar
el olor a mierda y meado de perro cuando andaba por las calles, eso en mi
pueblo es muy diferente…
Adrián Rueda Rueda
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