Siempre tuve esa intriga de probar la famosa mantequilla de
cacahuete… hasta que la probé hace poco…y tengo que decir que jamás la volveré
a probar.
El fútbol americano, tipos con armaduras haciéndose placajes
y celebrándolo, el hockey sobre hielo, en el que a parte de marcar goles, el
árbitro permitía darte guantazos con el rival… deportes fascinantes desde el
punto de vista de un niño que se iba enamorando cada vez más de una cultura
lejana, pero que se acercaría poco a poco con el paso de los años.
Siempre he querido jugar al baseball, hacer un home run,
pero tuve que conformarme con un pseudo-deporte inventado (o no inventado) por
mis profesores de educación física en el colegio, llamado de una manera un
tanto forzada “futbaseball”; un sucedáneo del baseball mezclado con el fútbol.
Amo el baloncesto por culpa de esa dichosa cultura. Amo la NBA y lo que rodea a ese
espectáculo. Es mi pasión, mi deporte.
Ahora, la globalización ha hecho que todo el mundo esté
familiarizado en estos tiempos con la comida americana de alguna manera, existe
“Burger King” y “Mc Donalds”, existe “Foster Hollywood” y existe “Peggy Sue”,
para los más nostálgicos, pero nos emocionamos cuando encontramos tiendas
especializadas en productos estadounidenses.
Hemos aprendido inglés traduciendo la música que nos gustaba,
jugando a videojuegos con un diccionario bilingüe y viendo series y películas
en versión original.
Nos gusta lo americano y de alguna manera, lo americano marcó
nuestras vidas, al menos la mía, pero al margen de que haya marcado o no a
alguien este tipo de experiencias, cierto es que, conforme pasa el tiempo,
somos aunque no queramos, un poco más americanos.
F.L.A.S.H.
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