Érase una vez que se era… una asignatura en la que los alumnos
de Comunicación Audiovisual depositaron todas sus ilusiones. Estaban ávidos de
enseñanza, no veían el momento de aprender a capturar imágenes en movimiento y
montar fragmentos audiovisuales de calidad. Pero lo que ellos no sabían era que
un oscuro futuro era lo único que encontrarían en esas clases.
Los primeros días, y tras escuchar el planteamiento de las
prácticas de la asignatura, pensaron que todo sería de color de rosa. Sin
embargo, pronto llegó la cruel realidad, primera clase: “aprender a montar un
trípode”. Tras invertir una hora de su vida en tal hazaña algunos se
encontraban exhaustos, pero quedaron unos cuantos valientes con ganas de más.
En la segunda clase, y ya más repuestos del hercúleo
esfuerzo que supuso abrir y nivelar un trípode, se encontraron con un reto aún
mayor: encender una cámara y balancear los blancos mediante presets
automáticos. Algunos jamás regresaron, pues las palancas que se debían mover
estaban llenas de trampas.
Solo los más osados y valerosos lo consiguieron. Aun así el
destino lejos de darles tregua los enfrentó a un reto final, los que lo pasasen
serían los mejores comunicadores audiovisuales del mundo. Comenzaron las clases
de montaje de vídeo y los héroes tuvieron que mover independientemente el audio
y el vídeo, corta, e incluso, pegar. Con sus últimos alientos algunos
exportaron sus creaciones, como las habían introducido, con parámetros erróneos
y casi automáticos.
Sé que mi historia es difícil de creer y que muchos pensarán
que solo es un cuento, pero realmente sucedió. De hecho no ha terminado aún.
Las clases se acabaron, pero ahora queda el más arduo y peligroso de los
caminos: recuperar nuestros pendrives. Esos objetos mágicos y valioso que
engulló el mago negro convertido en dragón y que nunca volvimos a ver.
Con un solo ojo de tantas horas aprendiendo a montar vídeos,
y con un solo brazo (el que no cargaba con la cámara) me despido. Un saludo para
los héroes del audiovisual de parte de “El caballero del pendrive”.
El caballero del pendrive
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