Fotografía propia
Vivimos en un mundo dominado por lo instantáneo, donde todo va a una velocidad de vértigo y donde parece que todo lo que requiere algo de tiempo y dedicación, regido bajo el imperativo de lo fugaz, está abocado a extinguirse. La memoria, necesitada de la sosegada contemplación propia del recuerdo, se perderá para siempre en una vorágine de estímulos recibidos de forma inevitable y constante. Y cuando la memoria, como ocurre en la vejez, es lo único que nos queda... Nos perdemos a nosotros mismos.
Por eso, es importante crear desde la juventud un refugio, una base de experiencias a las que acudir cuando no haya nada más en nuestro presente a lo que podamos echar mano. Porque si, con algo de suerte, llegamos a viejos, serán los libros que hayamos leído, la música que hayamos escuchado, el arte que hayamos disfrutado y las personas que hayamos amado las cosas que nos mantendrán vivos. Al contrario de lo que nuestro entorno nos ordena, aquello que se construye con tiempo es lo único que prevalece.
Y no quiero decir con esto que la vejez sea un estancamiento de la existencia, un estadio de pasiva expectación en el que, despojados de nuestras habilidades físicas, sólo nos queda subsistir de recuerdos, sino todo lo contrario. Hay que seguir aprendiendo, probando y experimentando siempre, pues no hay edad para nada y, ni mucho menos, para marchitar en mesas camilla. La vida debe ser una línea siempre ascendente en la que nuestra personalidad, el yo interior, esté siempre en constante perfeccionamiento.
En todo ello radica la importancia de ser creativos, pues las palabras que escribamos, la música que compongamos y, en resumen, el recuerdo que a otros les dejemos serán, tal vez, lo único que quede de nosotros.
Francisco J. Romero Guerrero
Buena foto y buen pie de foto. Muy de acuerdo con lo que comentas.
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