martes, 7 de mayo de 2013

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Ama, pero ama siempre

Febrero, que ya dejamos atrás hace un tiempo, es un mes de efervescencia emocional, un mes en el que el frío del invierno empieza a disiparse, en el que los días, el Sol y el calor van pareciéndonos, a ritmo de chirigota, cada vez más grandes; y con ellos nuestro optimismo y alegría, creando en nosotros incluso una sentida esperanza de que todo puede ir a mejor.

El Día de los Enamorados, o San Valentín, se encuentra siempre en el foco del debate popular cuando llegan estas fechas. Unos por la premisa económica, otros por el singular significado de la fiesta, lo cierto es que la fecha no deja indiferente a nadie: férreos argumentos anti-consumismo, sorpresas inesperadas, tímidas (o no tanto) declaraciones, recuerdos agridulces, detalles “únicos” (en el peor sentido de la palabra) y aislados en el calendario o, como he mencionado, la resurrección de esa esperanza (sumergida hasta el momento en la resignación) que, sobreviviendo para mantener la felicidad, intenta sobresalir durante, al menos, un día al año.

Soy de los que opinan que el 14 de febrero tiene una clara (y criticable) importancia en el mercado, pero mi comentario va más allá: creo sinceramente que intentar establecer una fecha para demostrar el amor es una grandísima falacia... Pero también lo es argumentar esto mismo viviendo una vida sin detalles de afecto y con mínimas muestras de cariño. Por eso no lo censuro del todo, aunque lo considero un número más en mi agenda. ¡Cualquier día es bueno para amar y participar del amor!


Fabordón

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