Mi viaje de fin de curso
Algo
que todo el mundo esperaba que llegase y yo en cambio no estaba muy emocionada
con eso al respecto, pero la razón era que quería descansar porque en mi
colegio nos exigían muchísimo y apenas había tenido un minuto de relax desde
que entre en septiembre.
La verdad es que al final acabe
viajando a Roma con todos mis compañeros. Nunca se me olvidará cuando tres semanas
antes del viaje momento en el que se suponía que debíamos ser responsables para que no nos
llamasen la atención y va el listo de turno y la lía, y como no, recibimos el
castigo todo.
O como olvidar esos cuatro
destinos que podíamos elegir, en el cual estaba París y todo el mundo votamos París, pero claro el profesor prefirió Roma.
Todos teníamos una idea de lo que
iba a pasar, pero la verdad que la cosa fue muchísimo más allá, a pesar de las
aventuras que nos montamos: perdiendo el bus, rompiendo una ventana del hotel,
nuestros compañeros borrachos a no poder más. Me quedé con lo mejor, y es que no era la
primera vez que viajaba a Roma, aprendí muchas cosas, visite millones de sitios que antes ya había hecho, pero que ahora con mis amigas me lo pase mucho mejor.
Lo mejor es perderse por los
callejones, entrar en las tiendas más raras y comprar regalos.
Mi profesora de Literatura
Universal nos llevo a una heladería que ya conocía de antes y tengo que admitir
que nunca he probado un helado igual, estaban riquísimos y por ahora sigue
siendo la mejor heladería.
Visitamos también el Vaticano y
mira que nos avisaron de que no hiciésemos fotos a la Capilla Sixtina, pues fue un compañero y como no, el listo del grupo, a hacer una foto. Como
consecuencia la policía se lo llevo de allí y todos riéndonos de él,
pobrecito.
Se suponía que era un viaje de
descanso para reforzar las pilas para el último esfuerzo para los exámenes,
pero los madrugones, los horarios y las caminatas interminables, hicieron el
efecto contrario por lo menos en mi caso.
Aún así fue un viaje inolvidable.
Briseida.
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