miércoles, 8 de mayo de 2013

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La batalla de ALSA


Somos civilizados, hacemos cola para subir al bus. Cualquier persona que lea esta primera frase pensará “es lo normal”. No para mí. No en Vélez.

Hubo un tiempo en el que coger el autobús era una batalla. Todo el campus se reía de nosotros, se agolpaban como si de una función se tratase para ver cómo caían algunos, como se alzaban vencedores los primeros que subían. La gente hacía apuestas. La pregunta es fácil: ¿Por qué? ¿No había más autobuses? La respuesta es: sí, hay dos, y es más, el segundo llegaba diez minutos después e iba vacío. Pero somos de Vélez, nos da igual la vida, nos da igual el autobús, somos seres salvajes y como tal nos comportamos.
A falta de 10 minutos de que llegase el autobús la gente comienza a llegar y se pone de manera descarada donde ellos creen que parará, ignorando a aquel que lleva esperando treinta minutos para intentar coger sitio de los primeros. El autobús asoma el morro por la esquina de la universidad de Telecomunicaciones y es entonces cuando un cosquilleo sube hasta la nuca, el sudor frío corre y notas el tumulto que ruge como un estadio de futbol. Los empujones son progresivos, poco a poco, como se mete un pez en una pecera, pero cuando el autobús estaciona, el tumulto explota. La gente de atrás empuja desesperada y la  primera línea de personas queda aprisionada contra la puerta del autobús. El autobús abre la puerta para que entren los pasajeros, pero la puerta abre hacia fuera. Doble presión. Los gritos se hacen notar en seguida, seguido de quejidos y de gritos de “¡sinvergüenzas!” o de “¡aaah, mi manoooo! ¡aaaaaahhhh!”
Y entonces comenzamos a entrar si fuésemos moléculas empujadas por el émbolo de una jeringuilla. Algún compañero de clase presenció la escena sin poder evitar la carcajada.
Pero todo tiene un final, y es que, los dueños de nuestro trofeo, la UEFA de los autobuses, la mismísima empresa de ALSA logró acabar con una tradición milenaria con una simple fotocopia pegada en la parada que nos rogaba parar esta masacre vespertina. Nos debemos a nuestro transporte y por el haríamos cualquier cosa.
Ahora somos gente civilizada.
(IRONÍA MODO: ON)
Gracias ALSA, por salvar la vida a multitud de mentes que serán el futuro de nuestro país y que superarán, sin duda, el trauma pasado.



F.L.A.S.H. 

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