martes, 19 de marzo de 2013

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Seu Antônio

Fotografía propia



Buscando una foto en mis álbumenes de fotos de gente interesante, encontré una foto del señor Antonio -  mi heladero favorito.  

Un hombre mayor, muy generoso y dedicado a su trabajo. Caminaba por la playa todo el día, de una punta a otra. Pero prefería quedarse en frente de nuestra casa porque sabía que allí había gente dedicada a romper el récord de helados comidos al día. Solo pagábamos al final del verano. El último que se quedaba en la casa de playa se j#$%!. Nadie sabía cuántos helados ya habíamos comido, solo el señor Antonio, que hacía la contabilidad en su cuadernito roto y mojado. Cuando lo perdía y venía con un nuevo, nosotros pretendíamos que no habíamos percibido.  Para mí guardaba los helados de coco y de fresas: los escondía debajo de los otros para que los otros niños no los encuentren. Siempre que me vía o me oía gritando “ô seu antooonio”, él sonreía y venía con su carrito, me dejaba pulsar el cuerno y me hablaba sobre la nueva bolsita, camiseta o pantalones que había hecho o personalizado.

Hubo una fiesta de cumpleaños de mi tío y lógicamente Antonio era el proveedor oficial de helados. Todos comían helados y Antonio parecía divertirse mucho. Los niños no habían percibido que estaba así porque había pasado bastante tiempo cerca del bar. Por la mañana el carrito de helados estaba solo y Antonio desaparecido. Los niños contentos por poder jugar con el carrito y los adultos pensando que él estaba perdido en el bosque o muerto. Cuando pregunté a la casera sobre su teoría, ella me contó toda la historia de Antonio. Los vasos que ella lo daba por la tarde no eran de agua. Él era un hombre solitario, abandonado por sus hijos que no tenían paciencia con su alcoholismo y tenía serios problemas de salud. Uno de sus hijos había estudiado y tenía el objetivo de salvar la floresta amazónica. Amado por tantos niños, pero odiado por sus propios hijos. Antonio volvió para buscar su carrito, pero hubo un accidente cerebrovascular meses después y no se he visto desde entonces. El próximo verano ya había otro heladero joven y pesado. Y yo he cambiado los helados por caipirinhas, saboteando el nuevo heladero y haciendo un brindis al “seu Antonio”. 


Camila Peters Ferrão

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